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CONTROL DEL CUERPO Y NARRATIVA: ANÁLISIS
SEMIÓTICO INTERPRETATIVO DE LA OBRA
AUTOBIOGRÁFICA PLATONIC SEX
CONTROL OF THE BODY AND NARRATIVE: INTERPRETATIVE
SEMIOTIC ANALYSIS OF THE AUTOBIOGRAPHICAL WORK
PLATONIC SEX
Recibido: 14/10/2024 - Aceptado: 15/01/2025
Nataly Benavides Torres
Docente de la Universidad Politécnica Estatal del Carchi
Tulcán - Ecuador
Master Universitario en Análisis Sociocultural del Conocimiento y de la Comunicacion
Universidad Complutense de Madrid
nataly.benavides@upec.edu.ec
https://orcid.org/0009-0001-5500-1524
Benavides, N. (Enero – junio de 2025). Control del cuerpo y narrativa: análisis
semiótico interpretativo de la obra autobiográca Platonic Sex. Sathiri, 20
(1), 105-119. https://doi.org/10.32645/13906925.1333
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Resumen
En este artículo se analizará desde la semiótica interpretativa el relato autobiográco Platonic Sex
de Ai Ijima (2004), en el que se encuentran aspectos ideológicos, convenciones sociales, prácticas
discursivas, tradiciones, normas y valores que giran principalmente alrededor de la narrativa del
cuerpo como espacio de control y poder social. Este artículo se plantea a partir de una aproximación
teórica al análisis semiótico interpretativo de los signos lingüísticos de la obra, donde se posibilita el
encuentro de un actante con los valores del sistema cultural de la comunidad japonesa de los años
noventa e inicio de los dos mil. El objetivo de la propuesta es analizar e interpretar cómo la narrativa
de Ai Ijima supone un entramado donde se produce, interpreta y comunica el signicado de un
fenómeno social. En esta obra se evidencia cómo el cuerpo de una mujer, a la vez que es cosicado
y manipulado por una lucrativa industria del sexo, es también motivo de escarmiento y rechazo por
una sociedad que valoriza a las mujeres por el cumplimiento de las normas y expectativas sociales.
Palabras Clave: análisis semiótico - cuerpo – autobiografía - semiótica - sociedad japonesa
Abstract
In this article, the autobiographical story Platonic Sex by Ai Ijima will be analyzed from the perspective
of interpretive semiotics (2004), in which we nd ideological aspects, social conventions, discursive
practices, traditions, norms and values that revolve mainly around the narrative of the body as a
space of control and social power. This article is based on a theoretical approach to the interpretative
semiotic analysis of the linguistic signs of the work, where the encounter of an actor with the values
of the cultural system of the Japanese community in the nineties and in the beginning of the two
thousand is made possible. The aim of this proposal is to analyze and interpret how Ai Ijima’s
narrative is a framework, which the meaning of a social phenomenon is produced, interpreted and
communicated. In this work, it is evident how a woman’s body, while objectied and manipulated by
a lucrative sex industry, is also a motive for contempt and rejection by a society that values women
for fullling social norms and expectations.
Keywords: semiotic analysis - body – autobiography - semiotics - japanese society
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Introducción
La narración autobiográca es una de las grandes manifestaciones de las culturas, pues no solo
cuenta la vida de una persona, sino que es capaz de entretejer varias historias alrededor de un
personaje principal que es parte del momento histórico de un sitio determinado, por lo tanto,
se articulan varias realidades a raíz de una referencia. Este aspecto se podría analizar desde la
semiótica social descrita por Zecchetto (2002) como este espacio donde los emisores y receptores
de mensajes se interrelacionan y tejen de manera activa los signos y discursos de la vida cotidiana.
En este trabajo se analizará la novela Platonic Sex (2004), para observar cómo a través de
su narrativa, el control del cuerpo tiene un espacio central, tomando en consideración que su autora
fue la famosa exactriz de películas para adultos y presentadora de televisión japonesa, reconocida
por su nombre artístico como Ai Iijima. Es importante destacar que el análisis semiótico de este
discurso va a girar en torno a lo que se presenta como una historia de la vida real que emerge tras
la intención de Ai de contar la versión de su vida, pero que además nos situará en un contexto
particular como lo fue el Japón de los noventa e inicios de los dos mil.
La historia de Ai Ijima fue totalmente mediatizada en Japón, tras convertirse en un ícono
sexual por su debut como actriz porno, de manera que parecía que su vida y su cuerpo le pertenecía
a quien quisiera. Sin embargo, en palabras de Pelaz Rabanal (2022): “la autobiografía como una
forma de dar unidad a la propia vida y de construir la identidad frente a la fragmentación a través de
la creación de un relato narrado” (p. 196), se convirtió en la herramienta usada por Matsue Ōkubo
-nombre de nacimiento de Ai Ijima- para contar su propia historia, la que quizá por el proceso de
cosicación y sexualización que vivió desde adolescente le fue negada. Por lo tanto, es interesante
analizar cómo la moral y las “buenas costumbres” de una sociedad censuraron su manera de vivir,
a la par que consumía sus contenidos.
En este sentido, cabe resaltar que el cuerpo construido como un objeto social al que se le
adjudica una función, un espacio y un tiempo será el aspecto esencial por analizar en este artículo,
ya que en Platonic Sex el cuerpo es el actor principal en la historia de Ai. Por lo tanto, cabe recalcar
que en la industria del entretenimiento de casi cualquier sociedad es el cuerpo de la mujer parte
fundamental para la creación y reproducción de sus contenidos, a este se le asignan espacios para
erigir una imagen social de lo que se designa como femenino, lo que a su vez lo consolida como un
objeto de consumo mercantilizado a través de la publicidad. De esta manera, en esta autobiografía
se pone en relieve cómo históricamente ciertos valores han sido asociados al cuerpo, siendo estos:
la juventud, la seducción, la vitalidad, el trabajo -entre otros-, aspectos que sin duda son parte del
relato de Ai.
El sociólogo francés David Le Bretón (2002), investigará sobre el cuerpo moderno y sus
diferentes signicaciones y por ende roles, en donde abarca temas como el aspecto corporal -desde
la parte estética-, la salud y el bienestar, subrayando puntos fundamentales como la creación de
imágenes idealizadas del cuerpo, los cuales se valen de un sinnúmero de tácticas de marketing para
obtener benecios económicos. El desarrollo de la individualidad creará esos espacios de frontera
entre unos y otros y esa singularidad del individuo se integrará a un componente de intervenciones
particulares que serán reguladas por normas que socializan la interacción social a través del cuerpo.
Le Breton (2002) explica que desde nes de los años sesenta empieza a germinar un
nuevo imaginario del cuerpo, que se desarrollará por la apertura de nuevas prácticas y de a poco
se va a ir estableciendo como un tema cumbre en el discurso social. Esta reciente exploración de
espacios posibilitó un replanteamiento del cuerpo y su entorno de maneras más sutiles, superando
así esos atisbos casi inquisidores que lo precedieron. De esta manera, el autor acota que luego
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de un tiempo de represión, el cuerpo se impone como “la reconquista de uno mismo, territorio a
explorar, indenidamente al acecho de las incontables sensaciones que oculta” (p. 151). El papel del
cuerpo moderno se constituye a partir de las decisiones de cada individuo, de cómo se ocupe de
él y además de cómo quiera mostrarlo al exterior, tal como se manifestará en la obra Platonic Sex.
En la literatura académica se ha indagado en bases de datos como Dialnet y Scielo, en donde
se han encontrado algunos trabajos que van sobre la línea del análisis semiótico de diferentes obras.
Un ejemplo es la investigación “Sueños en pandemia. Un análisis semiótico de relatos oníricos de
infancias y adolescencias en el Litoral argentino” de Schauer et al. (2024), en el que se realizó un
análisis semiótico interpretativo de los relatos de lo que habían soñado 39 niños y adolescentes
durante el aislamiento social vivido durante la pandemia a razón de Covid-19. Por otro lado, también
se encuentra el artículo “Cantinas: entre risas y sombras. Un análisis semiótico cínico” de Galera
y Nitrihual Valdebenito (2009), quienes realizan un análisis semiótico de las películas de este
famoso cómico mexicano, tomando en cuenta a la obra cinematográca como una construcción
textual y por lo tanto discursiva. Otra de las investigaciones que ha tomado como camino el análisis
semiótico es “Hacia una concepción compleja de la serialización televisiva en Latinoamérica: un
análisis semiótico de Luis Miguel, la serie” de Gómez Ponce (2019), quien a través del análisis de
narrativas de la industria cultural como son las series difundidas a través de Netix, explora el giro de
la clásica telenovela convertida en formato serie, punto clave para analizar el consumo mediático en
la cultura contemporánea. Trabajos como estos, dan cuenta de la vigencia del uso de la semiótica
para analizar obras artísticas o fenómenos sociales.
Por último, cabe recalcar que la vida de Ai Ijima dentro de la sociedad japonesa se consideró
de dominio público al haber sido una actriz del cine de adultos, sin embargo, en el análisis semiótico
que interesa a esta investigación, se intuye a la textualización autobiográca “como relación
entre el espacio interior y el exterior (…) no es una simple inscripción que replica la realidad, sino
el medio técnico en el que el yo se realiza” (Tornero, 2023, p. 77). Por lo tanto, se toma la obra
de esta idol asiática, como un intento de indagar sobre el discurso del control del cuerpo de una
mujer famosa, cuyo relato personal lleno de subjetividad, responde también a la historia de otras
cientos de mujeres que se han visto envueltas en la explotación sexual en un país como Japón, en el
cual se desarrolla una industria del sexo muy próspera, que de acuerdo con Peña et al. (2014), deja
ganancias de alrededor de 3.000 millones de dólares al año, lo que reeja la importancia de analizar
este tipo de fenómenos sociales.
Metodología
Para la elaboración de este artículo se empleó la metodología basada en la revisión bibliográca de
fuentes académicas y el análisis semiótico interpretativo del discurso de Platonic Sex. Las obras
de los diferentes autores investigados, que se destacan por sus aportes al análisis semiótico como
Barthes (1993), Eco (1990), Verón (1987), Zecchetto (2002) y Foucault (1994; 2010), se convierten
en un aporte esencial para desenmarañar los signicados que se entretejen alrededor de una
autobiografía, por lo que la semiótica se consideró como la herramienta clave para situar estos
enunciados e interpretarlos más allá de sus códigos estrictamente semánticos.
Para comprender este método de investigación del análisis semiótico del discurso de una
manera más amplia, se debe destacar la explicación del semiólogo español Magariños de Morentín
(2004; 2008, p. 153) citado en Zaburlín (2016):
la semiótica, como metodología de investigación en ciencias sociales, tiene por objeto explicar
el proceso de producción, interpretación, comunicación y transformación del signicado de los
fenómenos sociales. Una consideración sincrética de las propuestas de Saussure y de Peirce
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permite pensar con riqueza y rigor las operaciones cognitivas fundamentales que intervienen
en la elaboración de aquella explicación (p. 140).
La realidad está entrelazada con el lenguaje, no hay distinción clara, a cada momento
nos estamos contando a nosotros mismos quienes somos, una hibridación de los que nos va
ocurriendo y el sentido que le damos, adquirimos valores y connotaciones diferentes, estamos
constantemente reinterpretando. “La semiótica ha demostrado que la enunciación es siempre una
instancia apasionada, aunque varíen sus grados de intensidad; así mismo, el lugar enunciativo puede
denirse como encuentro de conciencias, un espacio polifónico” (Bajtin, 1997, citado en Saiz 2012,
p. 129). Algo que resalta durante la narrativa de la obra analizada, en la cual el lector se involucra de
manera íntima en las anécdotas de su protagonista, quien a través de un punto de enunciación de
víctima y a veces victimaria de sus circunstancias, retrata la realidad de muchas mujeres, por lo que
su historia pese a haber sido publicada hace casi dos décadas se considera vigente.
Así mismo, para poder abordar el análisis textual de esta autobiografía donde se habla
del cuerpo femenino desde la narrativa del control, fue necesario indagar sobre las concepciones
teóricas de estudiosos del tema como es el sociólogo y antropólogo David Le Breton (2002),
quien ha publicado numerosas obras en torno a la antropología del cuerpo y sus manifestaciones
socioculturales a lo largo de la historia. Por lo tanto, el relato literario de Platonic Sex responde a una
posibilidad interpretativa que sumerge al lector hacia el contexto de una parte de la sociedad nipona,
de esta manera: “puede postularse que los textos literarios constituyen los lugares privilegiados del
encuentro y la fusión de los signos de una lengua con los valores de sistemas culturales ideológicos
de una comunidad cultural” (Buxó, 1984, p. 73).
Esta obra autobiográca no solo da cuenta del relato personal y subjetivo de una mujer que
fue explotada en la industria del entretenimiento sexual japonesa, sino que además proyecta la
construcción de las identidades disidentes en una sociedad que castiga -en términos de Foucault-
a las mujeres que son capaces de mostrar su cuerpo desnudo ante el ojo público y que además,
después toman agencia, y cuentan su parte de la historia a través de una herramienta literaria
como es la autobiografía, la cual no solo inscribe el “yo” en un tiempo y espacio determinados, sino
que también genera ese diálogo con el lector, quien en “el proceso de interpretación, aunque se
produzca a través de un proceso cognitivo, implica también un elemento subjetivo y emocional.”
(Rodríguez, 2022, p. 13).
La elección de Platonic Sex como objeto de análisis se justica debido a la ausencia de
investigaciones académicas sobre esta obra. Se hicieron búsquedas en bases de datos como Dialnet,
Scielo y Google Académico, sin tener éxito, cabe recalcar que esta novela ganó mucha relevancia
en la primera década de los dos mil, ya que fue traducida a cuatro idiomas, vendido millones de
ejemplares, e incluso propició la producción de un dorama -nombre utilizado para hacer referencia
a las series de televisión japonesa también conocidas como TV Drama-, y una película con su mismo
nombre dirigida por la directora Masako Matsuura. Esta carencia de investigaciones puede ser una
oportunidad para explorar una narrativa autobiográca contemporánea, lo que permitirá no solo
ofrecer una interpretación original de la obra, sino también la apertura a nuevas investigaciones
sobre el fenómeno de las idols de la industria pornográca en Japón.
Discusión
Análisis semiótico interpretativo del texto. Platonic Sex (2004) relata la vida de una de las grandes
guras de la televisión japonesa, Ai Iijima, al empezar su autobiografía maniesta: “Simplemente
he puesto aquí por escrito los sentimientos que no podía mostrarle a nadie y que nadie conoce:
fragmentos de las emociones de cada momento” (Iijima, 2004, p. 7), con este enunciado lo que la
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autora pretende, es articular desde el inicio una relación lector-autor de intimidad, que según Eco
(1996), signica mucho más que un ejercicio de revisión de un texto, sino que a través de esto se
pueden plasmar relaciones conictivas y de poder que en todo proceso de lectura se desarrollan.
Por lo tanto, sostendrá que ninguna narración está completa ni lo puede decir todo, sino que “(…) le
pide al lector que colabore rellenando una serie de espacios vacíos. (...) todo texto es una máquina
perezosa que le pide al lector que le haga parte de su trabajo. Pobre del texto si dijera todo lo que su
destinatario debería entender: no acabaría nunca” (Eco, 1996, p. 11)
Es así como en el enfrentamiento con este fragmento como elemento connotativo, el
lector se encuentra con una mujer a quien se le había dicultado expresar sus emociones, lo que
conducirá a desear conocer otros elementos de su vida como su contexto familiar y social. “Los
sujetos no son personas reales, existen únicamente en relación con las prácticas interpretativas
y se construyen mediante el uso de signos” Chandler (2014, p. 213), con esta sugerente cita nos
apertura a considerar la importancia de las prácticas simbólicas de relacionamiento entre los seres
humanos, lo que posibilita el entendimiento entre unos y otros a través de la práctica interpretativa
que posibilita el ejercicio semiótico.
“Estaba tan acostumbrada a que mis padres dijeran: «Haz esto», «Haz lo otro», «No sabes
hacer nada», que, al nal, efectivamente, no sabía hacer nada en la escuela sin que ellos estuvieran
ahí para ordenármelo” (Ijima, 2004, p. 12). Los mensajes parentales cumplen sin duda, un papel
trascendental en la crianza de los hijos, y se erigen como discursos de poder que pueden limitar la
conanza y autonomía de las personas. En este sentido Foucault (1994) enfatizó en que la posición
y la identidad de los sujetos son constituidas a través del lenguaje y los discursos, por lo tanto, el
poder no solo es una fuerza que oprime, sino que también es una fuerza que produce y moldea
subjetividades y estigmas que acompañan a los individuos. Tal como el caso de la protagonista
del análisis, quien a raíz de su comportamiento y de la respuesta de sus cuidadores, generó una
etiqueta que la acompañaría a lo largo de las líneas de esta historia.
Con el siguiente enunciado, se evidenciará con mayor detalle la relación que Ai tenía con sus
padres:
Mi padre nos educó de una forma muy rigurosa. Durante la cena, solía corregirme el modo de
coger el cuenco de arroz y los palillos, y si apoyaba los codos sobre la mesa, me soltaba un
bofetón. Por supuesto, no nos dejaba ver la televisión mientras comíamos (Iijima, 2004, p. 12).
¡Tu espalda está curvada! ¡No estás concentrada! Cada vez que levantaba la regla, aunque
solamente fuera para señalar algo, me temblaba todo el cuerpo. Llevaba siempre el dorso de
las manos y los hombros rojos e hinchados, de los golpes que me propinaban. Y lo único que
deseaba en esos momentos era que no se enfadara conmigo mientras me vigilaba (Iijima, 2004,
p. 14).
De estos enunciados se puede interpretar que Ai vivía en un hogar en el que se educaba de
manera severa y aunque quizá para la enciclopedia personal de ciertos lectores esto quiera decir
que en su casa existían reglas o normas, para Ai signicaban golpes y una vida que transcurría bajo
la tutela disciplinar del padre, relato que además contextualiza a la sociedad japonesa de nes del
siglo XX cuyas tradiciones de crianza disciplinarias se ven reejadas en los datos proporcionados
por la autora, a decir de Haraway (1995), como un sujeto con conocimientos situados que abre un
horizonte de representaciones de la realidad a través de su perspectiva.
La protagonista de esta novela, cuando era una adolescente se va a cuestionar la idea de
“ser mujer” que en su familia se había impuesto desde generaciones pasadas, razón por la que
su padre intentó por todos los medios reprimirla. Esto se puede interpretar desde la propuesta de
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la sociedad disciplinaria dentro del marco de la familia que Foucault (1994) caracteriza como una
especie de “domesticación” en donde el poder es masivo y no tiene límites sobre el cuerpo y las
relaciones sociales. De esta manera el padre de Ai detenta el manejo del cuerpo de su hija tras
el discurso de velar por su bienestar, le restringe el uso de cierto tipo de ropa, no le permite salir
con sus amigos sola e intenta someterla a través de las tareas académicas en las que la obliga a
participar, “mi padre como mi madre se limitaban a decir «No hagas esto» o «no hagas lo otro» y yo
no alcanzaba a comprender por qué no podía hacerlo (…) cuando no obedecía, me regañaban y me
pegaban sin escucharme (Iijima, 2004, p. 27).
El concepto de disciplinamiento usado por Foucault (2006, como se citó en Tiverovsky
Scheines y Gómez Izquierdo, 2024), será esencial en este punto, para entender las relaciones que se
forjaban entre la idol japonesa y su familia durante su adolescencia, lo que emergerá en el discurso
de los roles de género, tendientes a controlar los cuerpos de las mujeres por sus conductas sexuales,
que se evidencian en la cultura occidental y que no son ajenos a la asiática:
El disciplinamiento de la mujer, en vistas de su normalización como mujer decente, forma parte
de la expansión de un poder positivo sobre la vida y el desarrollo sano y vigoroso de la especie,
lo cual implica una novedosa manera de analizar al ser humano. La preocupación por la vida
que enarbola el Estado del biopoder, descubre en la sexualidad la base sobre la cual arraigarse
y expandirse por todo el cuerpo social. De tal manera que la preocupación por los matrimonios
y las conductas sexuales serán objeto de una estrategia política que toma a la mujer como foco
de atención principal (p. 9).
Por otro lado, el papel de la economía se extiende por el control hacia las actividades que se
le imponen a Ai cuando la obligan a destinar su tiempo libre a actividades acorde -según el padre-
al desarrollo de una adolescente, para que de esta forma siguiera por el camino “correcto” que en
esta sociedad competitiva y de méritos signica una carrera universitaria y una profesión que se
considere exitosa dentro de los marcos referenciales del mundo laboral en Japón.
Fue más o menos por aquel entonces cuando comencé a odiar la palabra “esfuerzo”. El esfuerzo
no es una virtud. Aunque hagamos esfuerzos hasta que muramos, solamente un puñado de
personas logran obtener nalmente un justo reconocimiento (Iijima, 2004, p. 18).
El lósofo Byung-Chul Han (2012) habla de la sociedad del rendimiento y del cansancio, que
no vendría a ser otra cosa que la sociedad del mundo capitalista en el cual se desarrollan gran parte
de los países del mundo. Si se considera el caso de la historia de Ai, la presencia del malestar es
constante en todo el relato, ya que sus padres de una forma u otra querían que ella sea la mejor y si
el lector se ubica en este horizonte compartido que rebasa fronteras y culturas, ¿no es eso lo que
los padres anhelan para sus hijos? Sin embargo, los excesos o la extrema demanda de positividad
del mundo actual del “todo lo puedo”, podría orillar a las personas al camino contrario, ese en el que
se deja de ser dueños de sí mismos y se pasa de buscar la aceptación y el reconocimiento de los
padres, para buscar la de otros que hacen menos daño que la propia familia -o al menos eso fue lo
que la actriz denotó en su relato-.
Retomando los enfoques teóricos de Foucault (1994), Ai con su desinterés por seguir con los
deseos de su padre e irse de casa a temprana edad, podría ser considerada un pequeño monstruo o
potencial delincuente por las instancias normativas y no por haber cometido un delito, sino por algo
que pesa mucho más sobre ella y que es su expediente. Es así como el poder tiene la capacidad de
tachar lo que es “normal y anormal”, lo que encaja en esta sociedad ávida por la producción y además
etiqueta con facilidad lo que debe ser rehabilitado o como una máquina de trabajo: reparado.
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La palabra “predelincuente” dene a aquellos jóvenes que, aun no habiendo cometido ningún
delito todavía, con toda probabilidad llevarán a cabo actos violentos en un futuro más o menos
próximo. Por lo visto a través de un test en el que te preguntan cosas como si serías capaz
de arrojar piedras a un animal pequeño desde muy cerca, se puede averiguar quién es un
predelincuente y quién no (Iijima, 2004, p. 25).
En vez de llevarme al correccional, me enviaron a la Segunda Sección de la Jefatura de Policía y
me obligaron a recibir terapia. Todos los martes salía antes del colegio para ir a la terapia en el
Centro de Protección juvenil del barrio (…) Y luego una hora de terapia. ¿Era eso suciente para
mostrarme el camino hacia la salvación? No lo sabía, pero al menos parecía que mi madre se
relajaba un poco durante ese rato; era capaz de percibir ese cambio sutil en su semblante, y eso
me hacía sentir algo mejor (Iijima, 2004, pp. 29-30).
El biopoder (Foucault, 2006 como se citó en Tiverovsky Scheines y Gómez Izquierdo,
2024) opera a través de la normalización de las conductas, busca moldear a los sujetos a través
de diferentes instituciones que la sociedad legitima con el n de corregir y controlar, su control
sobre las acciones personales, implica incluso un derecho de muerte que se erige sobre la otredad
irruptora, siendo en este punto el cuerpo y sus acciones, el aspecto esencial a ser controlado o, en
casos más graves, desvanecido.
La comprensión del contexto que rodea a una mujer de casi cualquier cultura se puede
indagar e interpretar con la propuesta teórica de análisis que Verón (1987) plantea como una
“semiosis social”, que comprende una dimensión de signicación de los fenómenos sociales y se
convierte en una red innita, esto es lo que se desarrollará durante toda la novela a través de las
distintas intervenciones de Ai, porque recurrir a una explicación sobre la frase “experta en poner
quimonos” y “mujer ideal para la sociedad japonesa”, nos conduce a una serie de interpretaciones.
En primera instancia se entiende que el hogar de Ai era un ejemplo común de una familia patriarcal,
por lo tanto, esto nos da apertura para inferir ciertas motivaciones personales que la llevaron a
convertirse en un ícono de transgresión social, por el cual alcanzó un gran nivel de reconocimiento
y “fama”.
Mi madre tenía el título de experta en poner quimonos, y en casa solía llevar siempre uno puesto.
Una mujer como ella, que obedecía a su marido que asentía a todo lo que él decía sin rechistar,
era ideal para la sociedad japonesa; en cambio, para mí, esa mujer ideal distaba mucho de ser la
madre ideal (Iijima, 2004, p. 13).
El papel de la mujer, en el caso de la madre de la protagonista, representa el de alguien que
vive en abnegación ante los deseos de su esposo y que cumple con sus estos sin cuestionarlos, y esto
se comprende debido a que aquellas esposas no eran consideradas como compañeras sexuales,
ni como las mujeres amadas por sus maridos, sino como perpetuadoras de la familia, ya que en
Japón históricamente se habían identicado dos tipos de mujeres para cumplir las necesidades
masculinas: las geishas y las esposas. Barles y Almazán (2010), sobre este asunto, exponen:
De la esposa se espera que sea paciente y comprensiva, es una gura cuasi-maternal. Y que
tenga la casa, los hijos y en muchos casos a los suegros atendidos. Sin embargo, la geisha
representa el ideal de la feminidad, del renamiento y de la seducción, la mujer-musa que
alimenta las fantasías y las vanidades de los caballeros renados y solventes, ya desde la época
Tokugawa. Este tipo de mujer cortesana les ayuda a evadirse del mundo real, aunque para un
japonés de clase media la compañía de una geisha es un lujo inalcanzable; por lo que también
es habitual la “segunda mujer” o casual friend, como se les suele denominar eufemísticamente
(p. 255).
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Después de la lectura de esta cita como topoi o lugar común en Platonic Sex, se puede inferir
que, aunque la madre de Ai era el ejemplo perfecto de la mujer japonesa, ella, por el contrario, no
pretendía estar dentro de esas características, por lo que su vida fue tomando un rumbo diferente
del que anhelaban sus padres. La protagonista reconoce no querer que su cuerpo fuera utilizado por
un hombre -en este caso su padre-, sino que quien lo iba a utilizar sería ella misma, puede ser como
consecuencia del maltrato que vivía con su gura paterna, es así como con 14 años decide irse de su
casa y empezar a frecuentar barrios de entretenimiento adulto como Kabukicho en el que explorará
nuevas vivencias.
Y así pasaban los días. Presumía de tener muchos amigos y también de mantener relaciones
con muchos hombres. Quizá la gente me censurara a mis espaldas, pero a mí no me importaba
en absoluto; yo me lo pasaba en grande. Perdí toda inocencia que pudiese tener de niña bien
educada, me olvidé de cuidar de mí misma, del respeto por mis padres, y me deshice de
cualquier remordimiento por mi novio. Me burlaba de las mujeres que, a punto de cumplir los
treinta acudían desesperadas a estas para encontrar pareja, o que se lamentaban de no tener
oportunidad de conocer a un hombre. Yo, en cambio me jactaba de ver cómo iba llenándose mi
agenda telefónica, día tras día, mi sensación de felicidad aumentaba (Iijima, 2004, p. 49).
En este sentido, cabe destacar el siguiente enunciado de Marcuse (1983) “todo aojamiento
genuino en los controles sociales sobre los instintos sexuales, inclusive bajo condiciones óptimas,
haría volver la organización de la sexualidad hacia estados precivilizados” (p. 184). En la historia de
Ai, cuyo cuerpo fue cosicado y sexualizado por mucho tiempo, se evidenciaba como ella escapa
del control social sobre lo que se espera de la sexualidad de las mujeres, de tal manera que su padre
le reprochaba en numerosas ocasiones por lo que él consideraba una vida descontrolada, en donde
no había respeto sobre ella misma.
Sobre las temáticas acerca del sexo, sexualidad y deseo Judith Butler (2007) dirá que la
idea de la existencia de dos sexos diferentes y separados (hombre-mujer) tiene el estratégico
propósito de hacer creer a los individuos que el sexo biológico es causa de las experiencias, deseos y
comportamientos sexuales, sin embargo, la autora -reriéndose a Foucault-, determinará que dicha
causa es el resultado de un sistema de poder que regula la sexualidad. Lo anteriormente dicho, se
convierte en un enunciado clave que identica la forma de ser del padre de la protagonista de esta
historia, tomando en consideración que -por lo inferido a través de la lectura de la obra-, él fue parte
de los japoneses que sobrevivieron a la Segunda Guerra Mundial, momento álgido de la historia de
esta sociedad, en la cual la educación militarizada y los valores tradicionales, se encontraban en su
máximo apogeo (López Rodríguez, 2018).
De esta manera las decisiones de Ai la llevaron a descubrir nuevos caminos, mismos que la
colocaron en un oscuro escenario donde tendría que ejercer la prostitución para sobrevivir, algo que
Kabukicho le ofreció como la mejor alternativa y en aquel mundo rodeado de banalidad, estereotipos
de belleza y juventud, el elemento para sobrevivir fue su cuerpo y su capacidad de seducción.
Los accesorios de lujo y las joyas empezaron a volverse indispensables para adornar mi
insustancialidad. En realidad, no sé si por aquel entonces no me daba cuenta o es que no quería
darme cuenta de lo miserable que era, pero mi codicia fue ganando cada vez más y más terreno,
hasta llegar a un nivel absolutamente incontrolable. Quería obtener más billetes de diez mil
yenes, por lo que me jé un mínimo de clientes al mes. El trabajo de chica de compañía es en
apariencia muy fácil, pero en realidad es muy duro (Iijima, 2004, p. 59).
La ocupación de la prostitución históricamente ha tenido una connotación negativa, pues
dicha actividad ha sido analizada desde perspectivas moralistas, que ponen el foco y la culpa en la
mujer, sin considerar, que esta actividad no es otra cosa que “comercio sexual”, pues para que haya
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oferta, necesariamente existen sujetos -mayormente hombres- que la demandan. Según Lamas
(2016) “el comercio sexual refuerza una pauta de desigualdad sexista y contribuye a la percepción
de las mujeres como objetos sexuales y como seres socialmente inferiores a los hombres” (p. 26).
Asimismo, aparte de esta problemática, Ai Ijima tuvo también que asumir la ideología patriarcal que
degrada la sexualidad femenina, porque atenta contra los mandatos de pureza y castidad que se
imponen a las mujeres, indistintamente de la cultura a la que pertenezcan.
Varios matices de la sociedad japonesa de nales del siglo XX se visibilizan a través de
esta historia, en la que Ai ingresa en el mundo de la belleza corpórea, de la hipersexualización y la
ambición que empieza a surgir en una mujer que encuentra rédito en la industria del sexo, llegando
incluso a situarse en un plano de la deshumanización. Esta adolescente emprende una lucha en
contra de su familia y hasta de ella misma, no solo por la búsqueda de la aparente libertad, sino de
los accesorios y las prendas de lujo que adornan su cuerpo, que para muchas sociedades son un
signicado de estatus. De esta manera, como siguiente paso en su relato Ai conocerá a personas
que la inician en el mundo de la pornografía.
El de las películas para adultos es un mundo asqueroso y no me reero a la obscenidad del
trabajo, sino más bien a ese aspecto tan desagradable de los seres humanos relacionados con
la avaricia, con la ruindad, con la parte más sucia de las personas (…) En la época en que yo era
una simple telespectadora hablaba muy mal de la tele y de la gente que aparecía en ella: ¿Por
qué coño sale tanto este tío? ¡Que coñazo de programa! O ¡Esta tía es imbécil! Pero una vez que
me toco hacerlo a mí, supe lo difícil que era, y un día decidí afrontar aquel trabajo con seriedad.
¡Joder, a lo mejor me estoy volviendo conservadora!, pensaba (Iijima, 2004, p. 118 y p. 148).
Sobre la pornografía en el mundo digital, Rubio Rodríguez (2024) acotará “es un espacio
totalmente atravesado por ideologías políticas, morales y de control y regulación social (…) el placer,
el cuerpo, las identidades de género, y las relaciones de poder juegan un papel determinante” (p.
50). Así, poco a poco la joven Ai, irá encontrando su lugar dentro del mundo de la televisión japonesa,
llegando a convertirse en un ícono sexual, y en una mujer famosa que llegó a ganar varios millones
de yenes. Sin embargo, en este proceso, como ella lo planteará posteriormente, irá perdiendo parte
de su autonomía, cuando su cuerpo se ve cosicado en una industria mediática que buscaba sacarle
el máximo provecho, sin consideraciones éticas de ningún tipo.
Como lo plantea Gonzales Requena en su texto “El discurso televisivo” (1992), en el desarrollo
del tratamiento de la imagen como mercancía se crean cuerpos imaginarios y la imagen es además
descorporeizada, es decir actúa en función de la negación del cuerpo. En este sentido el auto recalca
que se llega a una “universalización”, se crean cuerpos ejemplares, que solo existen como imagen,
es decir ya no huelen, no poseen textura, son negados totalmente.
La cultura light presenta un mundo imaginario, que es coloreado para el gusto del
espectador, por esa razón se ocultan y niegan las arrugas del rostro de las personas, se persigue la
eterna juventud a través de mágicos productos, se esconde y combate el peso del cuerpo, y se hace
el intento de que los humanos se parezcan a un muñeco o muñeca de plástico (Gonzales Requena,
1992). En suma, lo que empieza a vivir Ai en la industria del porno lo describe bien este autor, pues su
cuerpo pasó a ser parte de un negocio ingrato, que como ella lo cuenta, le volvió a arrebatar lo único
que ella creía tener: el control de su cuerpo.
Sin embargo, vendiera lo que vendiese, la parte que yo recibiría sería la misma, pero en ese
momento no lo sabía. Simplemente estaba alimentando la ilusión de obtener una parte
promocional de las ventas, así que nalmente asumí el hecho de salir en televisión como algo
inevitable (…) La televisión era distinta. Yo era como una cha que movían según lo planeado
y lo calculado meticulosamente de antemano. Además, en el plató había muchísima gente
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CONTROL DEL CUERPO Y NARRATIVA:
ANÁLISIS SEMIÓTICO INTERPRETATIVO
DE LA OBRA AUTOBIOGRÁFICA
PLATONIC SEX
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observando todo lo que hacías, y comencé a inquietarme lo cual era propio de mí (Iijima, 2004,
pp. 127-128).
En Platonic Sex el papel de lo que se conocía tradicionalmente como geishas lo pasaron a
ocupar las mujeres adolescentes y jóvenes como Ai, quienes ansiaban encontrar un estatus a partir
de la venta de su imagen y cuerpo para obtener el reconocimiento que representa una joya, una
marca de ropa o de cartera en el círculo que frecuentaban.
En esta obra la autora narra el descubrimiento de su cuerpo, del sexo y el negocio que este
genera, como lectores nos sitúa en el plano de la intertextualidad para enterarnos de sus experiencias
en el mundo del entretenimiento para adultos. Ai pudo tener varias razones para escribir su historia,
que no necesariamente está ligado a describir el fenómeno de la industria de la pornografía, sino
para contextualizar un momento histórico desde su posicionamiento como sujeto de enunciación,
ya que durante años los medios de comunicación se encargaron de vender un relato, con el cual ella
no se sentía identicada, por lo tanto, era necesario leer su versión.
En las páginas nales de la obra se evidencian elementos que designan la carga moral con
la que Ai vivió, no solo desde que ingresó al mundo del entretenimiento adulto, sino que en realidad
fue una constante durante su vida, por la relación rota que tuvo con sus padres. Los fragmentos de
sus vivencias reejan la intención de transmitir su sentir, el cual estaba impregnado de soledad y
desencuentro sobre todo consigo misma, “cuando alguna compañera rodaba una película porno,
me angustiaba imaginarme yo en su papel. Me venía a la mente una frase que me decía siempre mi
madre: Tu pasado no se puede borrar, una sentencia que se convirtió en mi espada de Damocles”
(Iijima, 2004, p. 110), esta parte simboliza una amenaza constante que la persiguió durante su
existencia, y también como la internalización de juicios externos, sobre todo cuando estos vienen
de la familia, se convierte en un lastre emocional que genera conictos en la frágil construcción de
la identidad personal de los sujetos.
Conclusiones
En esta obra se trabajó desde el análisis semiótico interpretativo la signicación y expresión del
cuerpo en el relato autobiográco de Ai Ijima, un personaje controversial que obtuvo fama en el cine
para adultos y en la televisión de entretenimiento en Japón. A lo largo de las líneas escritas por la
autora, se evidencian una serie de problemáticas que giran en torno a la fragmentada relación con
sus padres, la búsqueda de emancipación de su hogar y las decisiones que tomó desde adolescente,
mismas que escapan de la norma de comportamiento dentro de una sociedad caracterizada por el
respeto a las reglas y tradiciones milenarias. Sobre el carácter de los japoneses García Álvarez (2022)
dirá que unos de sus rasgos particulares tienen que ver con su capacidad de sacricio y autocontrol,
aspectos que se espera sean aplicados en la mayoría, sino es en todas las actividades de la vida
personal, social y laboral de los individuos. Sin embargo, la actitud de Ijima, desvanece todas estas
expectativas sociales que le fueron infundadas desde su familia, la escuela y las instituciones de
rehabilitación por las cuales pasó.
Las vivencias que la idol japonesa comenzó a experimentar en su adolescencia fueron
deformando los ideales establecidos para una mujer de aquel contexto, mismos que estaban
enfocados en “tareas domésticas y es en el cumplimiento de este rol que se basa principalmente
su autoestima. La mayoría de los padres no piensan en enviar a sus hijas a la universidad, aunque
tengan las posibilidades económicas de hacerlo” (Ardito Vega, 2000, p. 187). A pesar de que los
padres de Ai le exigían estudiar, en el texto se evidencia que dicha actividad no iba en contraposición
a lo que se esperaba de ella como una mujer de casa, que en un momento determinado debía
casarse y porque no, ocupar un papel similar al de su madre, quien durante la historia se caracteriza
por ser una señora entregada completamente a los mandatos de su esposo y al manejo del hogar,
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dejando de lado cualquier posibilidad que tuviera que ver con su disfrute personal, incluyendo el de
su sexualidad. Se debe considerar, que en aquel contexto las esposas practicaban el coito con sus
maridos con nes netamente reproductivos, ya que para la satisfacción sexual de estos hombres
estaba presente la gura de “la segunda mujer” (Barles y Almazán, 2010).
De esta manera, cuando la joven Ai decide abandonar el seno de su casa, rompe no solo la
relación con sus padres, sino también con la de comunidad, pues la sociedad japonesa dentro de
sus principios tiene arraigado el espíritu de respeto a las relaciones jerárquicas de cualquier espacio
de convivencia, y el de la familia no será la excepción, de acuerdo con Ardito Vega (200): “rebelarse
ante estas relaciones de jerarquía, o inclusive, ignorarlas, implicaría romper con la armonía social y
exponerse a vivir fuera de la sociedad (p. 189).
La distancia que terminó creándose entre la autora, su familia y la comunidad donde creció
fue determinante en el resto de su vida, pues la soledad y el aislamiento que experimentó, más el
miedo constante de que sus padres se enteraran de sus actividades y que así se “manchara” su
reputación, la orillaron a perder contacto con su círculo más cercano, porque prefería estar sola
por su aparente decisión, a enfrentar el castigo de la expulsión. Sobre este hecho en el contexto
japonés, Ardito Vega (2000) acotará:
La autoestima del individuo está basada en su reputación dentro del grupo al que pertenece.
Más que el remordimiento íntimo por la mala conducta o el temor de un castigo sobrenatural, se
teme una sanción aparentemente abstracta: perder la apreciación del entorno social inmediato.
(…) el castigo más severo es la expulsión. Esta forma de ostracismo no sería una sanción
efectiva en una sociedad de individuos, pero para un japonés, la vida como ser independiente
constituye una situación de riesgo y vulnerabilidad, y el acceso a otros grupos se vuelve muy
difícil. (p. 192)
Esta perspectiva revela una diferencia esencial entre lo que se concibe como individualidad
entre la cultura nipona y otras sociedades más individualistas. Mientras que en algunas culturas la
autoestima se va erigiendo por la autopercepción y los logros individuales, en la japonesa se reeja
una interdependencia y el sentido de pertenencia a un grupo, un buen ejemplo de ello es el hecho
de cómo esta sociedad demostró su capacidad de resiliencia y trabajo en equipo para reconstruir
su nación tras la Segunda Guerra Mundial, algo que impresionó a los países alrededor del mundo.
El Japón en el que se desenvuelve esta historia presenta un escenario en donde los
ideales de belleza, estatus y bienestar se han convertido en una búsqueda incansable, ideales que
medios de comunicación promocionan a diario, fenómeno que no será ajeno a la realidad que se
vive en occidente, sino un código compartido. Se lucha por un perfeccionismo en las actividades
a realizarse buscando el anhelado éxito personal y económico. Se empieza a dar un saldo de las
cárceles o los hospitales psiquiátricos, a los gimnasios, a las ocinas, a los laboratorios, a los
bancos, a los centros comerciales. Esta realidad fue representada en el relato de Ai a través de la
ambición que experimentó cuando empezó a ganar dinero explotando su cuerpo en la industria
del porno, lo que la hacía creer que podía ser y tener todo lo que quisiera. Sin embargo, este dinero
satisfacía momentáneamente su capricho por adquirir marcas de lujo, ya que posteriormente ella
expresaba tener sentimientos de desolación, vacío y culpa. El lósofo surcoreano Byung-Chul Han
(2012) describe dicho fenómeno haciendo alusión a lo que él denomina la sociedad de rendimiento,
la cual “produce depresivos y fracasados. (…) la positividad del poder es mucho más eciente que
la negatividad del deber” (p. 27).
Finalmente, la necesidad de aceptación y reconocimiento que buscó Ai en sus relaciones
no las encontró nunca, hasta el momento en que ella misma debió buscarlas dentro de sí. En las
páginas nales de su autobiografía cuenta el temor con el que publicó el libro: “No soy escritora,
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tan solo saqué un poco de coraje para escribir. He aprendido que transmitir los sentimientos es
realmente difícil” (Iijima, 2004, p. 194). Estas palabras al nal de su relato buscan crear un vínculo de
empatía con el lector, pues el problema que tenía Ai para expresar sus emociones es un problema
“casi universal”, hasta ahora no se ha encontrado una ciencia capaz de sistematizar o clasicar
los sentimientos y emociones de manera exacta. Cabe señalar que la historia de vida de esta
celebridad terminó de manera trágica, con una muerte temprana, a sus 36 años, fue encontrada
en su residencia tras varios días de haber perdido la vida, sin que nadie se hubiera dado cuenta,
fenómeno que en Japón se denomina como Kodokushi y que tras la muerte de Ai Ijima comenzó a
sonar cada vez más en los medios de comunicación del “país del sol naciente”.
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